lunes, 8 de junio de 2009

¿CANALLAS O ESCRITORES URBANOS?




“El hecho de compartir un hábito, una ideología, un ideal, determina el ser conjunto y permite que éste sea una protección contra la imposición, venga de donde venga”.
(MAFFESOLI, 1987: 67)




Salirse de los límites que la doble moral ha enmarcado para la vieja “tacita de plata” y, de una vez, superar los miedos a subvertir las albeadas paredes de Medellín para ser leídos, es el ideal de un grupo de escritores, que en vez de utilizar el lápiz, empuñan un aerosol y asumen el tradicional rol de canallas que la sociedad les ha asignado en el imaginario. Violentar las más incólumes paredes de la ciudad y verlas como un papel en blanco hace de ellos un ícono ambivalente que para algunos se traduce en arte y para otros, no deja de ser una simple patanería.

El graffiti contemporáneo ha heredado una historia tan compleja, que puede llegar hasta los inicios del hombre con las pinturas rupestres. Malaleche, un graffitero de la ciudad, afirma que “El hecho de marcar la roca y la cueva con una disposición mágica y mística antes de que toda la plástica y el arte existiera, demuestra que ya había un tipo de graffiti. Es una respuesta del hombre común a los mecanismos de la sociedad, es otra forma de ver el mundo, es expresión neta.”

Sin embargo, el graffiti, como hoy lo conocemos, es hijo de las generaciones del siglo XX; específicamente, la convulsionada década de los sesentas inspiró las primeras consignas que marcarían para la historia las paredes de las Sorbona y de Nanterre en el año de 1968. "Las paredes tienen orejas. Vuestras orejas tienen paredes" y “Decreto el estado de felicidad permanente.", dejaron plasmadas en los muros, la historia de las grandes barricadas y la subversión de un espíritu juvenil que pedía a gritos el ser escuchado.

Pero, el graffiti posee una historia paralela que nace en el New York de los últimos años sesenta y primeros setenta. El surgimiento de un nuevo guetto de la cultura hip hop, hijo a la vez, de las minorías marginadas de la ciudad, dio origen a un espíritu combativo e inconforme que no aceptaba los lineamientos de la sociedad de exclusión en la que debían vivir. El disgusto se hizo arte en la medida en que se apoderaba de los blancos muros de New York y daba paso a una nueva generación de escritores, los escritores urbanos .

El graffiti nace como expresión gráfica de este amplio movimiento cultural en el que la afirmación de lo individual se confunde con la del grupo en el marco de los barrios populosos y degradados de las grandes ciudades occidentales. Allí se genera una terminología y un lenguaje icónico y textual autóctonos y originales que son de imprescindible conocimiento para la comprensión adecuada de las nuevas formas del arte contemporáneo que muy probablemente estén marcando las pautas de lo que será la producción artística del siglo XXI. (Jesús de Diego I)

Hoy, en Medellín, es común ver al lado de los proyectos de cultura, inmensos muros blancos que la ciudad ha destinado como focos de expresión para los graffiteros, sin embargo, malaleche asegura que “no hay espacio destinado para el graffiti” y que “los despojos, los desechos, los lugares residuales son los que aceptan el graffiti(…) este siempre tiene que estar en contra del establecimiento, crear destino vandálico.”

Por su parte, para Juan Fernando Vélez, docente de la facultad de artes de la Universidad de Antioquia y experto en el arte urbano, la intención inicial del graffiti es el marcamiento de territorio, es dejar la señal de que “ahí estuve yo” y superar los límites de la volatilidad de la presencia humana en el mundo.

En Medellín, no importa mucho hoy el color de quienes marcaron con el primer aerosol la nueva generación del arte, lo que sí se mantiene, es el espíritu denunciante y la voz inconforme de quienes piensan que la transformación de la ciudad no puede restringirse a la creación de parques biblioteca, metrocables y grandes vías como nichos de polución; al contrario, creen que en medio del ruido y la volatilidad del tiempo, son las paredes el papel más visible que pueden poner ante los ojos de los descuidados transeúntes, eso sí, con el cuidado de mantenerse clandestinos como última denuncia ante la intolerancia general.
"En una cultura como la nuestra, acostumbrada durante largo tiempo a escindir y dividir todas las cosas como un medio de control, a veces nos choca el que se nos recuerde que, en los hechos operantes y prácticos, el medio es el mensaje."
( McLUHAN, 1969: 29)
Escuchar entrevista completa de malaleche:






Los escritores urbanos, dicen unirse en la medida en que las energías de todos se hagan compatibles. Según malaleche, "Cada grupo de gafiteros tiene su historia y su dinámica, los caminos de los artistas se cruzan y por química se reúnen para hacer arte . Lo primordial, es que todos tengan el ánimo de pintar y tengan la misma energía."


Encontrar a los graffiteros por las calles, o simplemente coordinar con ellos una hora para ver las maravillas de varios tarros de aerosol es una labor titánica; sin embargo la web nos deja ver el asombroso trabajo de quienes se han catalogado como los mejores en su género:


Fuentes:

(I) "La estética del graffiti en la sociodinámica del espacio urbano". Orientaciones para un estudio de las culturas urbanas en el fin de siglo. Por: Jesús de Diego. Univ de Zaragoza (Spain). danton@arrakis.es.
(II) RAMIREZ, Juan Antonio (1994): Ecosistema y explosión de las artes, Anagrama, Barcelona.
(III) MAFFESOLI, Michel. (1987): "La hipótesis de la centralidad urbana", en Revista de Occidente, n° 73, p. 64. Madrid.
(IV) http://www.valladolidwebmusical.org/ Hora: 3:00 p.m/ Fecha: 01/06/2009

No hay comentarios:

Publicar un comentario