
Entre las más terribles pandemias que han azotado el mundo, una de ellas, de capacidad fatídica asombrosa, ha logrado asesinar millones de personas y dejar otras cuantas ad portas de los más oscuros límites de la ansiedad y las inescrupulosas justificaciones del vicio. El tabaquismo, que es hoy en día, el verdugo de un mundo que desde afuera se precia en vía de extinción, apaga la vida de dos millones de personas por año y amenaza con aumentar en el próximo cuarto de siglo en un trescientos por ciento, su angustiante número de víctimas.
Por esto, en la actual búsqueda desesperada de libertades, es paradójico referirse a la forma como el tabaco ha esclavizado de la manera más sutil al 32% de las personas que en algún momento de su vida se han iniciado en el consumo de cigarrillo; cabe anotar, que el poder adictivo, tóxico y depresivo de éste, permite posicionarlo en comparación con la heroína, el alcohol, la cocaína, la marihuana y la cafeína, como la sustancia más adictiva , recordando además, que frente a ese 32% de personas que quedan atadas al tabaco, hay un 23% que se quedan en la heroína, un 16.7% en la cocaína, y un 15.4% en problemas con el alcohol. ( Adicciones; 2004)
Los porcentajes alarmantes y las cifras catastróficas, han hecho mella en las últimas décadas en varios campos del sector de la salud; la psicología siendo uno de ellos, se ha dedicado a encontrar las causas que llevan al joven y al adulto a adquirir este hábito y a continuarlo de manera conciente. Los resultados han ido desde la simple necesidad de aceptación por parte de la sociedad, hasta el análisis de las posibles fijaciones que durante la infancia se adquieren de forma inconsciente para en años posteriores reflejarse en conductas adictivas como el tabaquismo, el alcoholismo o la drogadicción.
De acuerdo con esto, Natalia Molina, Psicóloga de la Universidad de Antioquia, nos lo explica de esta manera: “En Psicología se piensa que desde la infancia, el amamantar, el chupar, el hablar tienen que ver con una fase que se llama la oralidad, de la que depende el primer contacto del bebé con la madre. Existe entonces, una hipótesis que afirma que las personas que fuman tienen una especie de fijación a esta etapa”.
Pero también existen otras razones por las que las aulas de clase se encuentran durante los primeros años de la secundaria pobladas por el 80% de los futuros fumadores; la necesidad de aceptación por parte del grupo, la tendencia a imitar a pares y mayores y el desahogo inconsciente de carencias de afectividad o estabilidad, son algunas de las otras razones por las que el menor busca refugio en el cigarrillo. Camila Úsuga, psicóloga de la Universidad Luis Amigó, argumenta que “Cuando una persona consume cigarrillo, necesariamente esta fumando algo ahí; físicamente fuma el cigarrillo, pero detrás de ese fumar hay un miedo, una ansiedad, un estrés, hay algo que no se maneja y entonces se fuma: un sentimiento, una emoción, un temor. Lo que hace el cigarrillo entonces, es sustituir algo que no soy capaz de hacer o enfrentar”.
Tampoco se debe olvidar, que durante la etapa de la adolescencia, existen ciertas ansiedades que se hacen propias de los cambios de la edad, y que el joven enfrenta buscando un hábito de desahogo que funciona como atenuante de su angustia ya sea a relacionarse, a solucionar un complejo de inferioridad existente, a una búsqueda rápida de alcanzar la adultez o a la simple tendencia de experimentar con nuevas conductas como el fumar, el beber alcohol, el mostrarse agresivo, etc.
Sebastián Álvarez, estudiante de ciencias políticas de la Universidad de Antioquia y fumador activo desde los 12 años nos habló de sus razones para fumar, y mencionó aquellos populares “círculos con el cigarrillo” en los que a toda costa evitaba ser el “parche negro del grupo”. Hoy siete años después de haber probado el tabaco, Sebastián afirma: “el cigarrillo me alivia, me quita un peso de encima” y agrega que “en la universidad la necesidad incontrolable de fumar se me genera antes de un exámen o antes de entregar un trabajo. El cigarrillo para mí es como una aromática, me tranquiliza un poco, me quita los nervios”.
Queda entonces preguntarse: ¿ Qué pasa con aquellos que a pesar de haber superado las dificultades de la infancia y la adolescencia entran a la universidad y adquieren un hábito tan destructor como el fumar?. Natalia Molina de nuevo nos habla sobre esto agregando que por una parte, la entrada a la universidad se hace cada vez a una edad más temprana en la que el joven todavía se encuentra construyendo una identidad, en la que termina influyendo su círculo de amigos; por otro lado afirma que “en la universidad, culturalmente, desde hace mucho tiempo, el tabaco da prestigio y esta muy asociado a lo intelectual, y a las disertaciones con tinto y cigarrillo en la cafetería, que motivan la imagen caricaturesca del intelectualoide”
Finalmente, se entiende que el tabaquismo se ha convertido en un importante problema psicológico; y que a pesar de ser utilizado por la mayoría de adictos como ansiolítico y antidepresivo, es uno de los principales causantes de depresión, ansiedad y otras enfermedades como la esquizofrenia y el trastorno bipolar. Por esta y muchas otras razones que involucran la salud pública y personal, el tabaquismo debe ser enfrentado con los mismos métodos que corresponden a enfermedades de alto calibre y que han sido frenadas por la sociedad; esa misma que lamentablemente con su permisividad ha aceptado directamente ser víctima de las bocanadas de humo que en pocos siglos podrían ser el verdugo del mundo.
Para escuchar la entrevista completa con Sebastián Álvarez