jueves, 28 de mayo de 2009

La Patria Boba

Quienes todavía sostienen que el fin de la Patria Boba tuvo lugar en 1816, tal como se atreven a afirmarlo los libros de secundaria y los maestros de escuela, han caído en la ingenuidad de quienes leen la historia y se jactan de no haber sufrido “semejantes atrocidades” humanas y el reduccionismo de los que aún piensan que existe caducidad para las consecuencias de una tragedia.

Si Patria Boba se le llamó a un período caracterizado por la inestabilidad política y varias guerras regionales y civiles en una nación en formación y desarrollo, es lícito pensar que estamos apunto de cumplir dos siglos de padecer la inmadurez política de un país que se quedó estancado en lo más difícil de la adolescencia y que definitivamente no ha interiorizado el saber popular cuando afirma “el que no oye consejos no llega a viejo”.

La carencia de líderes no es un problema de los políticos de las altas esferas, al contrario, es un fenómeno cada día más difundido en todo los escenarios que piden a gritos un representante digno de los intereses de un grupo humano. Los partidos políticos se han dedicado al amaestramiento de los pocos jóvenes que dan muestras de talento y terminan por producir simples copias de vísceras dispuestos a perpetuar las necedades de los vetustos líderes. Hace tiempo que los discípulos han prácticamente desaparecido de las esferas académicas y el celo por conservar altos cargos ha condenado a muerte grandes proyectos que apenas conocen octogenarios impulsadores.

Eso ha hecho que hoy, doscientos años después, nos estemos condenando a perpetuar la “bobada” y la falta de juicio de quienes detentan el poder, supuestamente, como legítimos representantes de nuestros intereses; sin embargo, no sería justo atribuir todas las sandeces a los pobres elegidos, dejando de lado la involución mental de un país que no ha podido entender que no hay excusas para hacerle apología a las adicciones, ni siquiera a las que tienen que ver con el poder.

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