domingo, 26 de abril de 2009

La Iglesia de la Verazcruz, lejos de los nuevos tiempos

En los últimos diez años, una fuerte tendencia a la importación de proyectos “modernizantes”, ha empezado a demoler los viejos bares, a cubrir el escaso verdor de una ciudad construida en pro de los autos, los hoteles medianamente lujos y los grandes bloques de centros comerciales; y a decidido acabar con las “arcaicas” estructuras de parques e iglesias, para imponer las nuevas corrientes minimalistas, expresadas en gigantes bloques de cemento, lánguidos arbolitos intercalados y pequeños detalles en madera. Sin embargo, bajo la sofisticación de una ciudad que se deslumbra con la internacionalización de sus parques y con la asombrosa visita de inexpertos fotógrafos extranjeros; se esconde la historia de varias generaciones anteriores, que vieron demoler uno a uno de sus sitios de reunión y encuentro.
Foto: Tomada de Internet "Crónicas de Medellín"
Paradójicamente, tras la búsqueda de lo moderno, internacional y lleno de cemento (aparentemente términos complementarios); hay lugares que las viejas administraciones locales han preferido olvidar, antes de enfrentarse a los vericuetos de una dinámica non sancta que se ha apoderado de otros parques y otras iglesias que se esconden tras las nuevas estructuras y permanecen en el tiempo en una lucha que nada tiene que ver con la palabra modernización.


Foto: Tomada de Internet "El Colombiano"
De ahí, que La Iglesia de La Veracruz junto a las dos manzanas que la rodean, aún conserven las tradicionales cantinas y heladerías, las máquinas de juego, los hoteles a punto de derrumbarse, la multitud de venteros ambulantes y el tradicional negocio de la prostitución que define y delimita las posibilidades de quienes visitan el sector.
Así, la también llamada “Ermita de la Veracruz de los Forasteros”, en donde a principios del siglo XVIII y principios del siglo XIX se acostumbraba sepultar los extranjeros que por esos días residían en la ciudad; es hoy un lugar de pocos turistas aficionados con cámaras fotográficas y de escasa participación religiosa, pero de agrias ofertas de los bajos mundos que se esconden tras la doble moral de una ciudad camandulera y arcaicamente patriarcal.



El sector, ubicado entre Cundinamarca y Carabobo, es una zona de altos contrastes y diferente categoría de visitantes. En Cundinamarca por ejemplo, en las aceras que se enfrentan, es posible observar pequeñas entradas, con puertas de garaje e inclinadas escaleras, que permanecen pobladas de prostitutas de diferente color, edad y aspecto. Se puede decir que son pocas las que tienen menos de diecinueve o veinte años, y muchas las que sobrepasan los cuarenta. Los rostros se ven particularmente ajados y el cuerpo da evidencias de un abuso de varios lustros que apenas se cubren con ligeros vestiditos de colores chillones y altos zapatos de tacón.


En el otro hotel, se ven pequeñas ventanas con un ventilador y varias sábanas que cuelgan de las ventanas. De pronto, una mujer vestida de blanco y de pelo rubio baja por las escaleras acompañada de un hombre de al menos 60 años; él sigue tranquilamente su camino y ella permanece hablando con sus colegas en la escalera de entrada.

Entre dos grandes hoteles que se ubican en una de las aceras de Cundinamarca, hay un moderno casino que además funciona como sitio de reunión de las mujeres que se sientan por horas y horas en las escaleras de los hoteles. Las mujeres, parecen tener bien definido cual es su hotel, y nunca se paran en las escaleras de otro; por eso, el casino resulta un buen lugar para charlar un rato y reírse de algo.

Por las escaleras, baja constantemente un hombre de aproximadamente 35 años que habla con ellas, sale a comprar comida y sube de nuevo. Aparentemente es el proxeneta de ese hotel, pero si resultase cierta dicha suposición, entonces pensaríamos que cada uno de los hoteles tiene sus propias prostitutas y su propio proxeneta. En una de las esquinas, hay una mujer que vende minutos que también parece funcionar como sitio de encuentro; sin embargo, a ella también se acercan otro tipo de personajes, generalmente hombres adultos jóvenes y hablan por largo rato sin comprar ni un solo minuto a celular.


Foto: Tomada de internet "Wikimedia"

Alrededor de los lugares, el movimiento comercial es altamente acelerado: ventas de muebles de madera, de frutas y verduras y de insumos eléctricos, llenan de sonidos y gritos el lugar. De ahí, que en medio del “vergonzoso” ajetreo sexual, un centro comercial conocido como La Cascada, cambie por completo el estrato y el aspecto de los visitantes.

Jóvenes de todas las universidades de Medellín, desde Eafit y la Escuela de Ingeniería de Antioquia, hasta las universidades públicas; deben hacer una obligada visita semanal a La Cascada, en busca de microcontroladores, leds, instrumentos de medición etc. Así, los futuros ingenieros y tecnólogos de Medellín visitan periódicamente los alrededores de la Iglesia de La Veracruz, y apenas lanzan una sonrisa maliciosa cada que pasan frente a una de las entradas o escuchan los osados piropos de las mujeres que allí esperan.


La gente parece no mirarse demasiado, los indigentes no piden insistentemente dinero y la Iglesia, ya golpeada por el tiempo y el descuido, parece estratégicamente ubicada, como sitio de referencia, en medio de uno de los sectores más problemáticos de la ciudad. De todos modos, son pocos los que van a La Veracruz a rezar y quizás muchos los que se extrañan al comparar las fotos que se exhiben en las guías turísticas de Medellín y el verdadero estado de la Iglesia, vergonzoso, por cierto, para una ciudad que se erige sobre la esperanza de que la visiten.

1 comentario:

  1. No creo que la zona de la Veracruz haya estado olvidada por el interés renovador de las administraciones. Por allí pasó no hace mucho (en la administración de Fajardo) la renovación de la carrera Carabobo y la iglesia alcanzó a recibir algunos beneficios en el atrio y la fachada. Muy cerca de allí está la Plaza Botero y el Museo de Antioquia que siguen siendo lugar de referencia de la ciudad. Tengo duda con el propósito y desarrollo del texto... la descripción de la carrera Cundinamarca tiene un extraño tono despectivo de los que allí viven y trabajan, al final parece que se pidiera la intervención de la mano "modernizante".

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