Una semana después de los funestos hechos que enlodaron la labor académica del Alma Máter, no quedan dudas de la creciente impotencia y del total aislamiento en el que ha caído la Ciudad Universitaria. La carencia de autoridad y un reiterado intento de gobernabilidad totalmente fallido que, en una premonición mucho más lamentable va a ser reelegido, se han posicionado como punto primordial de discusión, dejando de lado la reflexión oportuna que le corresponde a los estamentos universitarios.
Se pregunta uno qué pasa con el buen juicio de quienes conforman el Consejo Superior de la Universidad y que en un intríngulis más politiquero y más clientelista que académico, se rifan la rectoría de la institución sin pudores. Mientras tanto, los candidatos, que entre opcionados pueden reducirse a dos nombres, se desgastan en foros donde las divagaciones metafísicas y las abstracciones reemplazan las propuestas concretas, quitándole a los maestros- candidatos el esfuerzo de formular soluciones y la mediana valentía de defenderlas .
Ni la visión más pragmática (o más política) de los candidatos, podría desconocer que seis años de una rectoría que brilló por su ausencia, quemando más calorías en mantener aletargada a la Asamblea Estudiantil y a la Asociación de profesores que en superar el descenso académico de la universidad, debe pagar un costo político apenas racional. Sin embargo, es más indignante aún el hecho de que sea la misma Asociación de Profesores una de las grandes proselitistas de la campaña de Alberto Uribe, pasando por encima de sus funciones reguladoras y de su papel en la discusión académica.
No podemos desconocer que los problemas de seguridad de la Universidad se encrudecen en la misma medida en que la violencia y la falta de autoridad se toman la Ciudad. Pero es igualmente absurdo, ignorar el alto grado de responsabilidad que tienen el malentendido presupuesto de autonomía universitaria, que hasta hoy, ha mantenido 287.467 m2 y más de veinticinco mil personas, en una isla de impunidad donde parecen ser inexistentes los resultados de las teorías clásicas contractualistas y donde el monopolio de la fuerza ha sido repartido entre las fuerzas oscuras que se oponen a la función última fundamentalmente académica de la Universidad.
De ahí que los estudiantes, en vez de enfrascarse en peticiones tan imposibles como perjudiciales (como una elección democrática del rector donde el populismo y la demagogia se tomarían los claustros), y los maestros, además de estar comprometidos con su militancia, más aún que con la academia; deben empezar a ser concientes de su papel en una real y tangible democracia, en la que se deben preocupar por estudiar, pensar, debatir y ahí sí, opinar, con suficiente juicio y autoridad.
De ahí que los estudiantes, en vez de enfrascarse en peticiones tan imposibles como perjudiciales (como una elección democrática del rector donde el populismo y la demagogia se tomarían los claustros), y los maestros, además de estar comprometidos con su militancia, más aún que con la academia; deben empezar a ser concientes de su papel en una real y tangible democracia, en la que se deben preocupar por estudiar, pensar, debatir y ahí sí, opinar, con suficiente juicio y autoridad.
Muy oportuno el tema del artículo...ya sabrás que el tema de la elección de rector sigue en vilo porque el Consejo Superior no se puso de acuerdo en su votación de ayer. Este llamado al análisis de la situación de la Universidad más allá del proceso electoral es necesario en momentos en que el tema de la seguridad hace crisis. Hay uno o dos párrafos que se sienten enredados en la escritura, me parece que eso sucede con el que abre el artículo.
ResponderEliminarHola Lily.
ResponderEliminarAunque en las últimas líneas del primer párrafo no se entendió bien. Tu redacción, como siempre, es muy buena. El artículo es un análisis de la situación de la Universidad, argumentado con datos y hechos concretos.