Referirse a la telefonía celular como un fenómeno que revolucionó al mundo, acabaría con el sueño eterno de más de un Grahan Bell, un Einstein, un Gutenberg o un matrimonio Curie.
Más duro aún, sería enfrentar las turbas enardecidas de historiadores, sociólogos y antropólogos, quienes destruirían los claustros en busca del sofista ignorante que anda por ahí con la insolencia de creer saber los alcances de una revolución y atribuírselos a la nimiedad de un aparatillo inalámbrico.
Sin embargo, es una lástima despertar iras a los mansos ilústres, pero esa hipótesis con rostro de blasfemia merece ser evaluada desde las más altas esferas de intelectualoides, muchas de ellas escépticas al uso del celular y nostálgicas de esos viejos tiempos de aulas, bibliotecas y museos silenciosos, donde apenas se contaba con los esfínteres como excusa para abandonar tempestivamente los recintos. Hoy, esas nuevas dinámicas académicas, son apenas un motivo más para tomarse en serio el tema.
Es más, hablar en términos del "mundo" resulta una tarea suficientemente engorrosa como para dejársela a los grandes investigadores, y un buen zoom al atlas sería de gran ayuda en una labor para nada mesiánica y mucho menos optimista, en la que Medellín actuaría como un perfecto laboratorio de algo que llamaríamos la Revolución Esnobista.
Irse varios siglos atrás en la historia de la humanidad para identificar los avances que de verdad han producido un cambio radical en la vida y el actuar del hombre, quizás nos traiga a la memoria un repertorio de grandes innovaciones de la talla de la pólvora, la imprenta, la luz eléctrica y la bomba atómica. Pero las nociones tradicionales que viene a romper la telefonía celular son tan fuertes, que pueden hacerlo equiparable a semejantes creaciones humanas.
El espacio y el tiempo como variables radicalmente necesarias en el pensamiento y la concepción de la existencia humana, determinan los tipos de vida y muerte que el hombre va hilvanando en su concepción de cultura. De ahí, que un mínimo cambio en las variables sea una fuerte transformación en el campo de las dinámicas sociales y consecuentemente en campos derivados como la economía, la política y más importante aún, las mentalidades.
De esas mentalidades mencionadas, que José Luis Romero define como el conjunto de ideas no sistemásticas que conforman la base de una sociedad en un espacio y tiempo determinado, es que dependerá toda una estructura de relaciones humanas, donde la simple idea de obviar las distancias en el proceso comunicativo, es todo un revolcón en los viejos cimientos que empieza a evidenciarse en cambios lentos pero permanentes de comportamiento.Los cambios llegan con más o menos rapidez y fuerza, de acuerdo a las fortalezas y debilidades de la vieja superestructura que haya estado diferenciando a la sociedad. Además, de ellas mismas dependerá la resistencia que la población ejerza sobre ellos.
Así, es como el análisis de la llegada del celular a Medellín puede irse particularizando en la medida en que tomemos en cuenta características propias de la ciudad. De ahí que la idea de usar el adjetivo "Esnobista" no resulte descabellada en la misión que emprederemos.
El celular hace parte de una rápida corriente de tecnologías que empezó a inundar las ciudades occidentales desde la segunda mitad del siglo XX. En Medellín, podríamos pensar que fue desde la primera década del siglo XXI cuando la Internet empezó a masificarse y a llevarse por delante cientos de aparatos tecnológicos de mediana importancia pero de fácil difusión. El celular, inicialmente como uno de ellos, fue objeto de sensación en una prominente clase media (tradicionalmente esnobista) que junto a estas tecnología y otros factores de carácter económico, empezó a elaborar una nueva mentalidad en donde la vida de las grandes urbes, que apenas se conocía por la televisión y las revistas, se hizo deseosamente emulable.
Las ventas crecieron por millones y en poco tiempo ideas como la "indispensabilidad" del teléfono celular hicieron parte de un discurso que poco a poco fue permeando todas las clases sociales. De ahí que la existencia de la modalidad del "prepago" en los planes de telefonía móvil, sea apenas el resultado de la propagación de una tecnología físicamente prescindible pero mentalmente necesaria, en una ciudad donde pocos podían sostener semejante lujo.
Decir que la Medellín es tierra de esnobistas, sería una generalización demasiado arriesgada. Sin embargo, sí hay factores que dan cuenta de una gran disponibilidad de la ciudad a la importación de prototipos y a la burda acomodación del uso de estos en las condiciones sociales preexistentes. Por eso, se hace común escuchar testimonios como los de Claudia Vásquez, vendedora de telas quién afirma: "Yo no tengo con qué sostener un celular con plan (pospago) pero si me quedo sin celular me siento totalmente desconectada, como aislada del mundo, entonces es mejor tenerlo así sea para recibir llamadas y ya".
La idea de aislamiento es precisamente el producto de las presiones ejercidas por unas ideas no sistemáticas ni formales, pero fuertemente determinantes en el comportamiento, de ahí que Juan Carlos Atehortúa, psicólogo de la Universidad de Antioquia sea indispensable para clarificar los motores de aquello que nos atrevemos a llamar revolución, mientras afirma: " El sentimiento de rechazo que empezamos a expresar en frases como 'estoy out' o 'estoy desconectada', revelan la magnitud psicológica de la influencia de la tecnología en las sociedades. Extrañamente las distancias se hacen más cortas, pero la susceptibilidad a la soledad aumenta al crecer la dependencia frente al aparato celular. Las personas dejan de comprender las lejanías naturales del cuerpo y empiezan a sentirse inferiores cuando no tienen la capacidad (monetaria o física) de superarlas (...)"
Más duro aún, sería enfrentar las turbas enardecidas de historiadores, sociólogos y antropólogos, quienes destruirían los claustros en busca del sofista ignorante que anda por ahí con la insolencia de creer saber los alcances de una revolución y atribuírselos a la nimiedad de un aparatillo inalámbrico.
Sin embargo, es una lástima despertar iras a los mansos ilústres, pero esa hipótesis con rostro de blasfemia merece ser evaluada desde las más altas esferas de intelectualoides, muchas de ellas escépticas al uso del celular y nostálgicas de esos viejos tiempos de aulas, bibliotecas y museos silenciosos, donde apenas se contaba con los esfínteres como excusa para abandonar tempestivamente los recintos. Hoy, esas nuevas dinámicas académicas, son apenas un motivo más para tomarse en serio el tema.
Es más, hablar en términos del "mundo" resulta una tarea suficientemente engorrosa como para dejársela a los grandes investigadores, y un buen zoom al atlas sería de gran ayuda en una labor para nada mesiánica y mucho menos optimista, en la que Medellín actuaría como un perfecto laboratorio de algo que llamaríamos la Revolución Esnobista.
Irse varios siglos atrás en la historia de la humanidad para identificar los avances que de verdad han producido un cambio radical en la vida y el actuar del hombre, quizás nos traiga a la memoria un repertorio de grandes innovaciones de la talla de la pólvora, la imprenta, la luz eléctrica y la bomba atómica. Pero las nociones tradicionales que viene a romper la telefonía celular son tan fuertes, que pueden hacerlo equiparable a semejantes creaciones humanas.
El espacio y el tiempo como variables radicalmente necesarias en el pensamiento y la concepción de la existencia humana, determinan los tipos de vida y muerte que el hombre va hilvanando en su concepción de cultura. De ahí, que un mínimo cambio en las variables sea una fuerte transformación en el campo de las dinámicas sociales y consecuentemente en campos derivados como la economía, la política y más importante aún, las mentalidades.
De esas mentalidades mencionadas, que José Luis Romero define como el conjunto de ideas no sistemásticas que conforman la base de una sociedad en un espacio y tiempo determinado, es que dependerá toda una estructura de relaciones humanas, donde la simple idea de obviar las distancias en el proceso comunicativo, es todo un revolcón en los viejos cimientos que empieza a evidenciarse en cambios lentos pero permanentes de comportamiento.Los cambios llegan con más o menos rapidez y fuerza, de acuerdo a las fortalezas y debilidades de la vieja superestructura que haya estado diferenciando a la sociedad. Además, de ellas mismas dependerá la resistencia que la población ejerza sobre ellos.
Así, es como el análisis de la llegada del celular a Medellín puede irse particularizando en la medida en que tomemos en cuenta características propias de la ciudad. De ahí que la idea de usar el adjetivo "Esnobista" no resulte descabellada en la misión que emprederemos.
El celular hace parte de una rápida corriente de tecnologías que empezó a inundar las ciudades occidentales desde la segunda mitad del siglo XX. En Medellín, podríamos pensar que fue desde la primera década del siglo XXI cuando la Internet empezó a masificarse y a llevarse por delante cientos de aparatos tecnológicos de mediana importancia pero de fácil difusión. El celular, inicialmente como uno de ellos, fue objeto de sensación en una prominente clase media (tradicionalmente esnobista) que junto a estas tecnología y otros factores de carácter económico, empezó a elaborar una nueva mentalidad en donde la vida de las grandes urbes, que apenas se conocía por la televisión y las revistas, se hizo deseosamente emulable.
Las ventas crecieron por millones y en poco tiempo ideas como la "indispensabilidad" del teléfono celular hicieron parte de un discurso que poco a poco fue permeando todas las clases sociales. De ahí que la existencia de la modalidad del "prepago" en los planes de telefonía móvil, sea apenas el resultado de la propagación de una tecnología físicamente prescindible pero mentalmente necesaria, en una ciudad donde pocos podían sostener semejante lujo.
Decir que la Medellín es tierra de esnobistas, sería una generalización demasiado arriesgada. Sin embargo, sí hay factores que dan cuenta de una gran disponibilidad de la ciudad a la importación de prototipos y a la burda acomodación del uso de estos en las condiciones sociales preexistentes. Por eso, se hace común escuchar testimonios como los de Claudia Vásquez, vendedora de telas quién afirma: "Yo no tengo con qué sostener un celular con plan (pospago) pero si me quedo sin celular me siento totalmente desconectada, como aislada del mundo, entonces es mejor tenerlo así sea para recibir llamadas y ya".
La idea de aislamiento es precisamente el producto de las presiones ejercidas por unas ideas no sistemáticas ni formales, pero fuertemente determinantes en el comportamiento, de ahí que Juan Carlos Atehortúa, psicólogo de la Universidad de Antioquia sea indispensable para clarificar los motores de aquello que nos atrevemos a llamar revolución, mientras afirma: " El sentimiento de rechazo que empezamos a expresar en frases como 'estoy out' o 'estoy desconectada', revelan la magnitud psicológica de la influencia de la tecnología en las sociedades. Extrañamente las distancias se hacen más cortas, pero la susceptibilidad a la soledad aumenta al crecer la dependencia frente al aparato celular. Las personas dejan de comprender las lejanías naturales del cuerpo y empiezan a sentirse inferiores cuando no tienen la capacidad (monetaria o física) de superarlas (...)"
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ResponderEliminarLa cultura Ciborg Lily. El hombre ha ido integrando la tecnología a su vida, los celulares es solo un ejemplo entre muchos. Tienes razón, el celular se ha vuelto tan vital para mucha gente (a nivel mental) como para otro tanto el marcapasos (a nivel orgánico).Aparte de esto: ¿no crees que abusas de los adjetivos y de las metáforas? Me parece que desvía un poco la atención en los primeros párrafos. No tengo nada en contra de la utilización de las figuras retóricas, de la exporación de las posibilidades del lenguaje, pero, no sé... cuando empieza a distraer de lo escencial; en el poeta lo escencial es la forma misma (en general, pues), en este caso vendría siendo el contenido. Es decir, este artículo es un espacio para los argumentos más que para las imágenes, sin necesidad que una cosa excluya a la otra definitivamente: "Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;/
ResponderEliminarel adjetivo, cuando no da vida, mata". En palabras de Huidobro.Andrés.
jejejejeje Ese principio del artículo es muy charro. Aunque creo dos cosas: La primera, es que deberías desarrollar en el artículo el concepto de esnob y esnobismo que no todo el mundo conoce; esta es una buena herramienta de educar mientras se informa. La segunda, es que me parece que las dos intervenciones al final son como un poco forzadas.
ResponderEliminarInteresante que intentes formular una tesis y tratar de sostenerla a lo largo del texto... no creo sin embargo que la difusión de esta tecnología se explique sólo en su rol esnobista y tratar de generalizarlo me parece un error, a no ser que se exprese claramente en qué círculos o espacios sociales juega este papel. Hay muchas otros factores que inciden en el proceso de difusión tecnológica y no todos están en la vía de la "imitación de lo presuntamente distinguido"... hace poco miré el último texto publicado por Edna en su blog y creo que la resolución de problemas de la vida cotidiana, por ejemplo, también permite explicar por qué el celular está logrando cifras tan altas de penetración social. Comparto lo que expresa andrés, hay mucha adjetivación y además de que corta el relato le quita fuerza a los argumentos.
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